Otro 2 de abril. El número 38 desde que las tropas argentinas desembarcaron en 1982 en las Islas Malvinas. El objetivo era recuperar la soberanía que en 1833 había sido arrebatada por Gran Bretaña. Desatándose así una guerra que lo único que dejó fueron muertes, suicidios y sobrevivientes que padecieron el olvido al volver al continente.
Si bien las guerras carecen de coherencia. Mucho menos, esta. La desventaja de Argentina era cuestión sabida. Fueron los chicos que rondaban entre los 18 y 20 años o tal vez un poquito más los que pagaron las terribles consecuencias.
Esos jóvenes apenas salidos de la adolescencia hoy ya están en edad de jubilarse la gran mayoría. La experiencia a casi cuatro décadas, la cuentan Carlos Rodríguez y Orlando Silva del centro de veteranos de San Miguel que tiene su sede en el consejo escolar del distrito.
El dolor que todavía sienten no lo pueden disimular empezando por recordar a esos jóvenes que fueron a la guerra. Ellos y sus pares. A quienes vieron morir, sobrevivir y quitarse la vida luego de la guerra.
“Los 38 años pasaron, lo sabemos pero nosotros es como que nos quedamos en ese momento, psicológicamente no logramos asimilar todo el tiempo que pasó” dice Orlando Silva para resumir el sentir a tantos años del conflicto bélico inclusive aclarando que ven a gente de la edad de ellos y les parecen “viejos” siendo que tienen la misma edad.
Para Silva, “la guerra siempre está presente, lo que pasamos, los compañeros, las imágenes, los sonidos pero por sobre todo, el terrible padecimiento de llegar al continente y haber pasado la peor situación al no existir para el sistema quedando a merced de tener que ir a pedir en el trasporte público”.
La humillación protagoniza los relatos de posguerra de estos veteranos que sintetiza el sentir generalizado los ex combatientes. Lo más duro del relato es que recién en el 2001 logran realmente entrar al sistema.
“Quedaron cosas inconclusas desde ese momento”, es la frase con la que Carlos Rodríguez comienza a determinar el sentir de los veteranos de los días en el conflicto y de la vuelta expresando: “Cuando volvimos entramos por la puerta de atrás y fuimos a parar al gallinero de nuestra casa, nuestro país”.
“De ahí pasaron un montón de conflictos –relata- de luchas en las que perdimos muchísimos compañeros que no aguantaron la falta de trabajo, la marginalidad y se suicidaron”
“Recién –detalla- la reforma de la constitución del ´94 logramos tener esa cláusula en la que nos da la igualdad de tener trabajo, vivienda y salud digna”
A partir de eso, según cuenta Rodríguez, “empezó la lucha por insertarnos hasta que lo llegamos a lograr en el 2001 que ingresamos al sistema con la mayoría como auxiliares de escuelas”. A la par, ellos hacen charlas en las escuelas sobre lo que fue la guerra y lo que les dejó apuntando a los valores que recalcan tras haber pasado por Malvinas.
Hoy, acorde a lo que manifiestan, “la realidad del veterano es otra, hay otra mirada hacia nosotros y nos sentimos parte, ahora ayudando a los compañeros que se están jubilando” destacando lo bien que se sienten en el Consejo Escolar.
“Acá siempre nos trataron muy bien y estamos muy agradecidos al presidente del Consejo, Germán Nuñez, porque siempre nos tiene en cuenta, nos pregunta como estamos, que necesitamos y somos respetados y valorados por todos los que trabajan en este lugar”.

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